El mito de los productos ‘light’ y ‘bajo en grasa’
La proliferación de productos etiquetados como «light» y «bajo en grasa» en el mercado ha llevado a una percepción general de que estos son opciones más saludables. No obstante, esta creencia puede ser engañosa. El término «light» generalmente indica una reducción de al menos el 30% en calorías comparado con el producto original, pero eso no necesariamente implica que el producto sea sinónimo de saludable. De manera similar, un producto «bajo en grasa» debe contener un máximo de 3 gramos de grasa por cada 100 gramos en productos sólidos o 1,5 gramos de grasa por cada 100 gramos en productos líquidos, lo cual no garantiza que esté libre de componentes clave como podría ser el azúcar o la sal.
Uno de los problemas más comunes es que para compensar la falta de sabor y textura debida a la reducción de grasa, los fabricantes suelen añadir otros ingredientes, como azúcar, sal o aditivos, como el glutamato monosódico. Es así como un producto bajo en grasa puede, paradójicamente, tener un contenido alto en azúcar, lo que contrarresta los supuestos beneficios esperados de una menor ingesta grasa.
Es importante leer la etiqueta de cualquier producto «light» o «bajo en grasa» para conocer el producto. La clave está en leer la lista de ingredientes y el cuadro de información nutricional, prestando especial atención a la cantidad total de calorías, grasas, azúcares añadidos y contenido de sal. En próximas publicaciones os contaré todo lo que tenéis que saber sobre la lectura del etiquetado alimentario.
La realidad detrás del ‘sin gluten’ y los productos ‘0%’
El término ‘sin gluten‘ ha ganado popularidad en los últimos años, particularmente entre aquellos que buscan opciones más saludables. Sin embargo, es esencial entender que ‘sin gluten’ no necesariamente implica una opción más nutritiva para quienes no son celíacos o tienen sensibilidad al gluten no celíaca. La ausencia de gluten, una proteína presente en el trigo, la cebada y el centeno, no garantiza que el producto sea más saludable, de hecho, muchos productos sin gluten pueden llegar a ser altamente procesados y contener cantidades significativas de azúcares y grasas refinadas para compensar la textura y el sabor que el gluten proporciona de manera natural.
Por otro lado, productos etiquetados como ‘0%’, como los ‘0% azúcares añadidos‘ o ‘0% grasa‘, pueden sonar atractivos, pero es vital leer detenidamente la lista de ingredientes. Los fabricantes pueden recurrir a edulcorantes artificiales, que aunque son bajos en calorías, también se relacionan con el sobrepeso y la obesidad debido a un cambio en la percepción de los sabores además de poder afectar negativamente a tu microbiota intestinal. Los productos ‘0% grasa’ tienen los mismos problemas que los bajos en grasa.
El problema no es consumir productos ultraprocesados, que también, ya que la mayoría de personas saben que no son opciones saludables. El problema real es cuando, intentando mejorar tu alimentación, optas por este tipo de productos, pensando que son mejores para ti, otorgándote una falsa sensación de seguridad, cuando realmente sigues sin conseguir realizar buenas elecciones alimentarias por culpa del marketing.
Ecológico
El uso de las etiqueta «ecológico» en los productos alimentarios ha crecido exponencialmente en la última década. Sin embargo, término no siempre significan lo que el consumidor espera. Un producto «ecológico» debe cumplir con una normativa. En la Unión Europea, los alimentos ecológicos están regulados por el Reglamento (CE) nº 834/2007, que exige métodos de producción respetuosos con el medio ambiente y prohíbe el uso de sustancias químicas sintéticas, pero esto no implican que sean más saludables, ya que los productos no ecológicos siguen siendo totalmente seguros de cara a producir alimentos inocuos desde el punto de seguridad alimentaria. Además, muchos productos ecológicos no tienen un contenido bajo en grasas refinadas o azúcar.
Lo «natural» y «ecológico» a veces puede ser un espejismo de marketing que aprovecha la tendencia creciente por una vida más sana y respetuosa con el medio ambiente, sin necesariamente cumplir estas expectativas a cabalidad. Y todo ello se aplica también a productos con la etiqueta de «tradicional«, «artesanal» o «casero«, entre otros.