¿Qué es?

La enfermedad inflamatoria intestinal (EII) se refiere a un grupo de trastornos crónicos que afectan el tracto gastrointestinal, siendo los dos tipos más comunes la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa. Estas condiciones se caracterizan por episodios de inflamación del tracto digestivo, lo que puede provocar una variedad de síntomas que deterioran la calidad de vida de los pacientes.

La enfermedad de Crohn puede afectar cualquier parte del tracto gastrointestinal, desde la boca hasta el ano, pero frecuentemente se encuentra en el íleon, que es la última parte del intestino delgado. Por otro lado, la colitis ulcerosa afecta predominantemente el colon y el recto. La inflamación en la EII puede dar lugar a complicaciones severas si no se identifica y maneja adecuadamente.

Causas de la EII

La EII es una enfermedad multifactorial, lo que implica que no existe una única causa que explique su surgimiento.

Factores genéticos: las personas con antecedentes familiares de EII tienen una predisposición genética a desarrollarla. Ciertas variantes genéticas influyen en cómo el sistema inmune responde a los microorganismos intestinales, favoreciendo una respuesta inflamatoria exagerada.

Factores ambientales: la exposición a patógenos, infecciones en la niñez y cambios en la dieta pueden desencadenar la EII. En particular, una dieta rica en grasas y azúcares altera la microbiota intestinal, lo que genera disbiosis, un desequilibrio microbiano que afecta negativamente la salud intestinal y aumenta la inflamación a nivel intestinal.

Disbiosis intestinal: el desequilibrio entre las diferentes comunidades microbianas del intestino es un elemento clave, ya que altera el ambiente intestinal, provocando una mayor respuesta inflamatoria y los síntomas de EII.

Estrés: el estrés está relacionado con la exacerbación de los síntomas de EII, ya que afecta la función inmune y la motilidad intestinal, lo que contribuye al empeoramiento de la inflamación y los síntomas digestivos.

¿Cómo se diagnostica?

Uno de los métodos más comunes utilizados para la ayuda del diagnóstico de la EII son los análisis de sangre. Estos análisis pueden revelar signos de inflamación mediante algunos biomarcadores como la proteína C reactiva, así como mostrar un aumento en los niveles de calprotectina fecal, que es un marcador específico para la EII. Sin embargo, los análisis de sangre por sí solos no son concluyentes y precisan de otras pruebas que confirmen la EII.

Las pruebas de imagen, como las endoscopias y colonoscopias, juegan un papel crucial en la identificación de la EII. Estas técnicas permiten a los médicos observar directamente el interior del intestino, lo que facilita la detección de inflamación, úlceras o lesiones. Además, durante esta prueba, se suelen realizar biopsias, las cuales son necesarias para confirmar el diagnóstico mediante el análisis histopatológico del tejido intestinal.

Síntomas de la EII 

Dolor abdominal: este síntoma puede variar en intensidad y localización, a menudo se describe como cólicos o molestias en el abdomen. Puede estar asociado a la inflamación del intestino y a los espasmos intestinales, y suele empeorar después de las comidas.

Diarrea crónica: la diarrea es un síntoma característico de la EII, que puede ser frecuente y a veces incluye la presencia de moco o sangre en las heces. Esta diarrea puede ser urgente y difícil de controlar, lo que afecta la calidad de vida de las personas que la padecen.

Pérdida de peso inexplicable: puede ser resultado de la mala absorción de nutrientes, la falta de apetito o el aumento del gasto energético debido a la inflamación.

Fatiga: la fatiga es un síntoma común y debilitante en personas con EII. Puede ser el resultado de la inflamación crónica, la pérdida de nutrientes y el impacto emocional que la enfermedad puede tener en la vida diaria.

Náuseas y vómitos: algunas personas pueden tener episodios de náuseas y vómitos, lo que puede contribuir a la deshidratación y a la pérdida de peso.

Cambios en el apetito: la EII puede provocar cambios en el apetito, que pueden oscilar entre la falta de interés en la comida y los antojos de ciertos alimentos.

Tratamiento nutricional de la EII

El tratamiento nutricional es fundamental en el manejo de la EII, ya que puede ayudar a reducir la inflamación, mejorar el estado nutricional y prevenir complicaciones. La intervención nutricional varía según la fase de la enfermedad (activa o en remisión) y el tipo de EII.

Alimentación en la fase activa de la EII:

  • Nutrición enteral: en pacientes con enfermedad activa, la nutrición enteral es una herramienta eficaz, especialmente en niños con enfermedad de Crohn.
  • Dieta de exclusión: en algunos pacientes, el uso de dietas que excluyen ciertos alimentos que pueden provocar inflamación en el intestino, junto con el uso de nutrición enteral parcial, puede inducir remisión. Por ejemplo, la dieta de exclusión de Crohn, que ha mostrado efectividad en la reducción de síntomas inflamatorios.
  • Suplementos nutricionales: los suplementos ricos en proteínas pueden ser recomendables para aquellos pacientes que pueden ingerir alimentos sólidos pero que necesitan apoyo adicional, ya que muchos de ellos pueden llegar a consumir menos calorías o proteínas de las que necesitan, induciendo una pérdida de peso.
    • Alimentación en la fase de remisión:
        • Dieta saludable: durante esta fase se ha de seguir una dieta saludable como cualquier otra persona, que ha de ser rica en frutas, verduras, hortalizas, frutos secos, legumbres y semillas. Además, se debe tratar de siempre elegir las opciones integrales y alejarnos lo máximo posible de las carnes rojas, azúcares y el alcohol.
        • Suplementación de micronutrientes: los pacientes con EII a menudo presentan deficiencias de micronutrientes como vitamina D, hierro, zinc y calcio, debido a la malabsorción y pérdida de nutrientes. No obstante, la autosuplementación es muy peligrosa, por lo que solo se ha de realizar bajo la prescripción de un médico especialista y/o un nutricionista especializado en enfermedades digestivas.